Por Mauro Millán
Idioma Español
País Argentina, Chile
El lonko del Lof Pillan Mahuiza explica el proceso reorganizativo de las comunidades mapuches, el vínculo con el territorio y la espiritualidad. Los derechos que no se cumplen, el periodismo que miente y la lucha contra el extractivismo. Describe la lógica represiva de los gobiernos y remarca la necesidad de un diálogo político entre el Estado y los pueblos originarios.
El Pueblo Mapuche vive un proceso de recuperación de su cultura, su filosofía, su espiritualidad, su ideología y su política. Es un proceso que podemos situarlo con un inicio hace tres décadas atrás. En este proceso intervienen todas las expresiones y realidades del mundo mapuche, desde lo rural a lo urbano, desde las organización con muchos años hasta otras más recientes.
Hay una ideología que empieza a circular, a recorrer los distintos lugares del Wallmapu, nuestro territorio, que hoy se dice Patagonia argentina, pero para nosotros es Puelmapu (Chile es Gulumapu). Aquí, en Wallmapu se da ese proceso de fortalecimiento y recuperación.
Y es un proceso colectivo de concientización. Porque la recuperación y vitalidad que reafirma todos los aspectos de la cultura mapuche siempre es de forma colectiva. A lo que se suma que en diversas comunidades también interviene un conocimiento muy particular, del lugar donde se vive, eso genera un principio filosófico ideológico sobre nuestra cultura, muy fortalecido. Y en ese principio es que recuperamos la idea de la alianza con el territorio en primer término. Es fundamental y se da a través del idioma y de la espiritualidad.
Esa alianza consolida nuestro trato con el territorio y con la entidad que tiene el territorio: la fuerza, del newen. No son dioses, son las fuerzas de la naturaleza, son entidad y tiene la capacidad de escucharnos, de relacionarnos. Esa definición uno la heredó de los antepasados, el decodificar esa señal dela naturaleza, lo hacemos a través de nuestro idioma y de todas nuestras ceremonias. Es muy difícil que el Estado os entienda; difícil pero no imposible. Y ahí establecemos esa alianza con el territorio.
Por supuesto que es una relación de custodia reciproca. Nosotros vamos a custodiar el territorio que habitamos. A su vez el territorio nos cuida también. Y nos provee. Ahí se da esa relación tan íntima entre territorios y el mapuche, que significa justamente «gente de la tierra».
Ese principio de alianza se fortalece con una alianza colectiva comunitaria interna del lof (comunidad). El núcleo fundador de un lof es la familia, la relación sanguínea. Y ese principio de alianza se transforma en normas-leyes del mundo mapuche. Por eso decimos que las leyes de mundo mapuche la dicta la naturaleza y no el ser humano.
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Todo se vuelve más difícil cuando trasladamos este principio de vida al sistema que impera hace tantos siglos en el plantea, el sistema capitalista, donde lo que parece valer más que nada es la propiedad privada. Entonces se presenta el antagonismo, el conflicto. Y no es casual que en este proceso de lucha le cueste la vida al Pueblo Mapuche, con mucha gente asesinada, judicializada, violentada. ¿Por qué? Porque cientos de comunidades están en proceso de recuperación de territorio, desde hace más de 30 años. Y porque somos consecuentes con el principio fundamental del Pueblo Mapuche que es esa alianza con la naturaleza.
Por eso mismo, cuando vienen proyectos mineros, represas, políticas extractivistas, siempre vamos a tener una postura de defensa del territorio, y por ende también nos defendemos nosotros.
Ante esa situación, lo primero que hace el Estado argentino y chileno es judicializarnos. Nos aplica el Código Penal, queda a las claras que son Estados opresores. Jamás intentan una discusión política, jamás un entender qué significa una recuperación territorial para el mapuche.
No quieren entender que en nosotros hay un proceso ideológico histórico respecto al territorio, por algo no decimos «toma de tierras», decimos «recuperación», porque tenemos un sustento histórico en nuestra acción, hay ancestralidad. Y hay que recordar que no fuimos parte de la creación de este Estado, no solo porque no nos convocaron sino porque luchamos contra este Estado, que usurpó nuestros territorios a sangre y fuego.
Por otro lado, hay todo un proceso de recuperación territorial que está vinculado a todo un proyecto político, y ese proyecto político mapuche tiene que ver con lo económico, con la recuperación cultural, filosófica, ideológica del Pueblo Mapuche. No es solo un conflicto por miradas ideológicas. Y es de una complejidad que los Estados de Argentina y Chile debieran intentar resolver.
Estamos en un contexto muy difícil, de apogeo del capitalismo extractivista, y nosotros vamos remando contracorriente. Pero en ese transcurso vamos generando conciencia, no solo hacia el interior del Pueblo Mapuche sino también hacia el resto de la sociedad.
¿Qué pretendemos? El Estado solo piensa en términos de conflictividad. Nosotros aclaramos que tiene que darse un diálogo político, porque no se trata solo de un conflicto perimetral, tienen que entender que es mucho más que eso. Tiene que generar o aceptar algún tipo de espacio para discutir frente a la diferencia, buscar soluciones reales, pero jamás se logrará con represión, persecución, negación, encarcelamiento y muerte, como han actuado los gobiernos hasta este momento.
El Estado, si desea realmente encontrar soluciones, tiene que reconocernos como Pueblo.
Es claro que existe un andamiaje de leyes y derechos, pero muchas veces parecen solos declamativos. Están en la Constitución, en convenios internacionales de derechos humanos, pero esos derechos no se cumplen. Y si algún día reconocen la existencia un Estado plurinacional o pluriétnico, como lo quieran llamar, lo tienen que reconocer no solo declamativamente sino también en los actos. Sino simplemente todo será un juego, una parodia de democracia, una democraciacercada, infértil, que no prospera, que no tiene capacidad para ampliarse.
Nosotros planteamos la necesidad de un debate político serio, no solo para los gobiernos transitorios, sino también para con la sociedad argentina. Pero es claro que hay dificultad para que eso se realice. En buena medida porque hay un élite que es la que controla el poder, es racista, supremacista, y sabemos que millones son espectadores muy pasivos y muy permeables a los empresarios de la comunicación; medios mercenarios que corrompen la palabra y muestran al Pueblo Mapuche como algo que no es.
Como conclusión: no nos queda otra opción que avanzar en nuestra lucha, que implica también entender las diferentes expresiones del Pueblo Mapuche. Porque no somos una organización, no somos una clase social, somos un pueblo, con la complejidad que implica el ser un pueblo. Y en eso hay que entender que hay múltiples expresiones, y las más recientes -como las expresión del mapuche que lleva cuatro generaciones en la urbanidad- también hoy está tomando protagonismo, como siempre la tuvo el que vivió en el campo.
No hay que olvidar que se trata de un pueblo milenario que muchos creían casi desaparecidos, pueblo que sufrió la violencia estatal mucho antes que las dictaduras. Y, pese a todo, es un pueblo que mantiene su vitalidad, demanda derechos, proyecta su sociedad, se organiza y es libre.
Y sepan que es un pueblo que no claudicó ante los imperios que reinaban en esta parte del continente, tampoco claudicó ante los españoles y durante décadas luchó contra los Estados chilenos y argentino. Y acá seguimos estando, con esa idea histórica, de seguir existiendo, libre y con dignidad, en esta parte del mundo.
Fuente: Agencia Tierra Viva
Temas: Pueblos indígenas, Tierra, territorio y bienes comunes